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Para usted, señora; para usted, señor.





Por Armando Maronese  *
 
Uno la ve con la bolsita en la mano, realizando compras en los almacenes de los barrios, donde en muchos de ellos aún subsiste la antigua libreta de tapas color negro, primer antecedente de la tarjeta de crédito, dicen… 
 
También la encontramos en los muchos supermercados, que de modo estratégico pululan en la ciudad y la zona. Luego, ella se dirige a su hogar a preparar el almuerzo, antes que regresen de sus tareas marido e hijos, para compartir juntos la mesa familiar.
 
Más o menos así, comienza la mañana de quien hoy me ocupa, el ama de casa.
 
Los libros sabios me dicen, que la palabra "familia" deviene del término "fámulos", que –como cualquier alumno de escuela secundaria lo sabe-, significa "esclavo doméstico".
 
Es que al principio –dicen esos libros-, este grupo humano dependía sólo de un amo. Luego, ese amo, versado en números como todos los amos, hizo cuentas hasta comprender que en vez de mantener esclavos, convenía darles un sueldo de miseria y listo. A ese hecho, muchos historiadores le llamaron "revolución", cambio social que algunos productores de películas convirtieron en series de aventuras.
 
Otros libros dicen que familia es, en su origen, el número de criados de uno, emparentados o no, aunque no vivan dentro de su casa.
 
Y el primer tomo de mis viejos libros de Derecho Romano, dice que el amo se llamaba "Paterfamiliae". Este Paterfamiliae, era el dueño absoluto, señor omnipotente, árbitro de la vida y de la muerte de los sometidos a su autoridad. Era el señor y amo de la familia, quien hacía, deshacía y tomaba las decisiones.
 
Ya que estamos en tema, no nos viene mal recordar cuando abolieron la esclavitud en algunos países: en Francia fue en el año 1792; en los Estados Unidos de Norte América fue decretada en el año 1865 y, en las Provincias Unidas del Río de la Plata, los esclavos adquieren personería humana en el año 1813; fueron libres, aunque eso no quita que siguiera habiendo esclavos.
 
Del ama de casa uno admira su poder de inventiva, porque para hacer almuerzo y cena todos los días, debe tener muchísima creatividad y mucho más, si trabaja fuera de casa o tiene hijos.
 
Además de no repetir dos días seguidos el mismo menú, también debe preocuparse de la economía al realizar las compras diarias. Y algo más: en ese acto ejerce sus innegables virtudes de investigadora, porque cuando los grandes almaceneros o supermercadistas publicitan determinada mercadería con su respectiva oferta, el ama de casa sabe que la promocionada puede estar escondida entre las de precio más alto, vieja triquiñuela comercial.
 
Por eso y otras cosas que no vienen a cuento, usted señor si alguna vez su esposa le dice "dime  por favor, que quieres comer esta noche", no le responda que no sabe o "a mí me arreglas con lo que tengas".
 
Junto a esa pregunta, su mujer le está arrojando luces de bengala, en desesperado SOS, porque quizás se le acabó el repertorio o no le alcanza el dinero. Para colmo de males, a veces debe preparar más de un plato, porque el más pequeño de la casa no come la tortilla de papas y huevos y con el mayorcito, es una eterna lucha hacerle probar un trozo de una determinada comida; papas, legumbres, hígado o lo que sea.
 
¿Me permite un consejo, amigo? Esta noche, luego de darle un beso y acariciarle las mejillas a su esposa, dígale: "por la cena no te preocupes, cocino yo", ayudado por el libro de tal o cual cocinera famosa o los mediáticos chefs que cocinan en la televisión. Juéguesela amigo, ella se lo merece.
 
Que el ama de casa es importantísima en la economía familiar, nadie tiene dudas. Para comprobarlo, que baste con ver la publicidad que algunos medios de comunicación realizan y casi todos van dirigidos al ama de casa o patrona del hogar, pues saben que es la que organiza y tiene poder de decisión en los asuntos de la casa.
 
Esos medios le quieren vender té o tal marca de lavarropas. Luego, ella se ajusta al presupuesto familiar y decide. Y es raro que alguna vez equivoque la compra.
 
El ama de casa ha escuchado a un sin fin de hombres, que le hablaron de números complejos y de cifras inaguantables. Esos hombres se llamaron, se llaman y se seguirán llamando ministros de Economía, gente que a ella no le pueden explicar nada, porque cuando lee en las pizarras iluminadas del supermercado a cuanto cerró la carne vacuna y como se cotiza en plaza el tomate paralelo, ya sabe qué inversión puede hacer para los bonos del Mercado de Valores de su hogar, es decir, si comprar bonos de dulce de duraznos, que en la bolsa familiar suele dar buen dividendo o invertir en manzanas o zanahorias.
 
Es que el ama de casa, es la ministra de economía que cada hogar merece. Démosle un voto de cariño y de respeto, a quien vigila que nuestro porvenir hogareño no entre en "default". No seamos como aquel viejo Paterfamiliae, dueño y señor absoluto.
 
¿No le parece?
 
Por Armando Maronese
M. 14/7/2020

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