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Imbéciles e irresponsables





 
Por Armando Maronese   *
 
Muchos esperaban que 2021 fuese el año de la post pandemia. La economía global palpitaba la recuperación en V como respuesta al terrible 2020, y la necesidad de dejar atrás el freno tan verificable en Occidente. Sin embargo, 2021 comienza con la segunda ola que se extendió sin freno mientras que la vacunación aún no resulta tan expansiva como para ofrecer el beneficio de la inmunidad colectiva. En ese escenario, un análisis del cuadro de situación.
 
Vivimos en una pandemia. Es un evento extraordinario e inmanejable en la historia del hombre. Se da cada cien años o más. Cuando pasa, deja huellas terribles en la especie.
 
En la Argentina, una combinación de gobernantes inescrupulosos, incapaces e inmorales y una sociedad igual de inmoral, pero además irresponsable e ignorante, potencia no sólo la prevalencia del virus, sino su multiplicación.
 
La incomprensión sobre la gravedad de la situación lleva al peor presidente de la historia argentina a hacer una convocatoria masiva al  velatorio de un personaje superlativo, con fines puramente políticos. A convocar a los militantes del espacio propio para celebrar al oficialismo (en lugar de dar ejemplo y pedir prudencia a la tropa), también, con fines puramente políticos, obvio. Además, hizo tratar en el Congreso una ley movilizante, controvertida y extemporánea en las actuales circunstancias. Capaz de provocar manifestaciones masivas y antagónicas en el espacio público. Y todo, por los mismos incalificables fines puramente políticos. La política nos está matando.
 
La temporada de verano en Mar del Plata se habilitó, los cielos se abrieron, la gente circula y con ellos el virus, cuya segunda ola ya está entre nosotros. Mientras tanto, los noticiosos de la TV venden la ficción de la normalidad y cuenta el precio de las sombrillas en Mar del Plata, haciendo como si nada pasara. La gente fluye a la Feliz como moscas al excremento.
 
Es el territorio con mayor cantidad de contagios durante la última semana, en la pésimamente administrada provincia de Buenos Aires. La multitud de cabezas de termo disimula y se agolpa en todas partes. Pretende que todo está bien, se olvida de la distancia social y no usa barbijo, o lo hace de manera idiota e inapropiada. Nadie explica a los advenedizos (quienes obviamente no están en condiciones de advertirlo por ellos mismos), que la especie humana vive circunstancias que hacen innecesario y suicida pegotearse en la calle Avellaneda para comprar una remerita a bajo precio. En esta realidad, los regalitos tendrían que esperar.
 
La sociedad perdió el respeto al coronavirus, aunque el bicho, sólo en la Argentina, ya se llevó casi 45 mil vidas. Es que a él no le importa lo que hagamos nosotros; la peste seguirá haciendo lo suyo. Y es mucho más eficiente en sus embates destructivos.
 
No hay caldo de cultivo más apropiado para la falta de solidaridad social y para la ausencia total de responsabilidad individual que una sociedad bruta, corrupta e ignorante como la nuestra. Los políticos que tenemos no son más que el reflejo de lo que somos, un pueblo autodestructivo, de conductas deletéreas y amorales, que vota y suscribe las políticas de delincuentes comunes. Es imposible avanzar, por ejemplo, si no se piensa en algo tan básico como que uno se pone el barbijo no porque se tiene que cuidar a sí mismo, sino en primer lugar al otro.
 
La verdadera grieta no está entre los que piensan en uno u otro partido, sino en aquellos que actúan de manera responsable y los que no lo hacen. Hubiese sido fundamental tener clases presenciales todo el año o buena parte de él. Hubiese sido genial no cerrar el comercio, ni el turismo, ni la actividad gastronómica. Pero eso no se puede resolver por decreto: cuando tenemos una sociedad imprudente, especialista en violar normas de cuidado y protocolos, lo único que cabe es encerrarla. Por eso a los populismos les encanta tener a pueblos básicos y mal educados. Son más fáciles de manipular, casi se los puede tratar como ganado. Casi lo son.
 
Pelea en la playa por un partido de fútbol

Mientras tanto, nos inundan las apostillas del principio de año. Cientos de personajes detestables arman una batalla campal en Mar del Plata, durante un partido de fútbol en la playa. En Pinamar organizan una soberbia redada porque los administradores del UFO Point, uno de los paradores más emblemáticos del balneario, con total desaprensión ignoraron en el protocolo y armaron allí una fiesta de 500 personas.
 
Queda muy claro que a muchos (muchos, muchos) no les preocupa cuidar a adultos mayores ni a personas pertenecientes a grupos de riesgo. En las redes sociales abundan las imágenes de festividades familiares que exceden ampliamente el máximo de 10 personas por reunión. Son los que piensan como Don Alberto, que es un estorbo que el Estado tenga que mantener a viejos de 85 años.
 
La única noticia es ésta y lamento decirla (por favor, no maten al mensajero): estamos cursando una pandemia mundial, muchos estamos en riesgo de muerte, millones de personas se contagiarán en este país en los próximos meses y muchos miles más morirán. Y todo esto, porque, ténganlo claro: No hay vacuna. Más allá de lo que los mentirosos a cargo nos relaten, olvídense hasta, al menos, el segundo cuatrimestre de este año, siendo optimistas. Nadie debería irse de vacaciones este año, todos deberían quedarse en casa y la continuidad en la actividad económica tendría que depender de la responsabilidad de la gente, no de decisiones de un gobierno incapaz, al que sólo le interesa  su propio poder, su conveniencia, su impunidad y sus negocios.
 
Vivimos tiempos extraordinarios, que nos exigen actuar de manera extraordinaria. La extemporaneidad en las conductas sociales producto de 70 años de un populismo degradante, nos colocó en una encerrona que muy posiblemente nos conduzca al desastre. Evitarlo depende de cada uno.
 
Por Armando Maronese
D, 03/01/2021
 
 

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